
En el último curso que preparé del Nivel III, nos fuimos a Prado Negro, donde ya habíamos ido otras veces y habíamos disfrutado enormemente. Es un lugar mágico.
Allí es fácil sentir el poder de los elementos: el agua, donde realizamos una ceremonia de purificación, la tierra, a la que nos enraizamos, el aire, haciendo la respiración consciente, el fuego, recibiendo los rayos del sol.
Todos volvimos a casa renovados, agradecidos, plenos. Los símbolos sagrados han quedado grabados en el aura. La enseñanza, en la mente. La experiencia, inolvidable, en el corazón.
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