martes, 6 de abril de 2010

Experiencias

Vino a mí una joven, para una sesión de Reiki. Al acercar mis manos a su chakra raíz sentí había muchísima rabia y una agitación violenta. Entendí que esa joven había vivido alguna experiencia muy desagradable a nivel sexual que no había podido superar.
Mientras seguí con el tratamiento me vino insistentemente a la mente que lo que esta muchacha necesitaba para sanar y dejar atrás este episodio traumático de su vida era que tenía que plantar un árbol.
Así que, cuando terminamos la sesión, le sugerí que comprase un arbolito y se fuese a un bosque a plantarlo. Ella al principio me miró sorprendida y con una sonrisa algo escéptica me preguntó ¿puede ser una flor?
- No. -le dije con seriedad. Debe ser una plantita que luego se convierta en un árbol frutal. Debe dar frutos.
Ella entonces me confesó que unos años atrás ella había tenido un aborto. Tal vez fruto de una violación.
No hablamos más sobre el tema sino que nos centramos en cómo ella debía elegir cuidadosamente la planta y el lugar donde la iba a plantar.
Y que, desde el corazón, con todo su ser, debía plantarla. Rezar por ella desde la gratitud hacia la Madre Tierra que la iba a acoger y alimentarla. Sintiendo que, en ese acto, cerraba una etapa de su vida y daba paso a un nuevo comienzo desde la aceptación y el deseo de seguir su camino en paz.
Sólo cuando ya nos despedíamos me explicó que llevaba ya algún tiempo pintando la figura femenina como si fuese un árbol. Le servía de terapia para ir limpiando su trauma. En algunas pinturas del vientre salían flores y otros árboles estaban cargados de frutas.

Nos despedimos dándonos un cálido abrazo, contentas y convencidas de que, el sembrar un árbol, sería definitivamente su sanación.

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